jueves, 4 de marzo de 2010

Efectos secundarios

Comenzaron a sangrar sin razón alguna, jamás esperé una reacción similar. Sólo ocasionalmente mis oídos eran víctimas de agudos y quejumbrosos pitidos, pero no era más que una consecuencia del alto volumen de la música, ni pensar que fuera porque les disgustaban las canciones que les ofrecía, ¿y cómo habría de serlo en este caso si se trataba de una de mis favoritas?

Recuerdo haber presionado Play, rodeado por la penumbra del cuarto. La tecla no fue difícil de encontrar: conocía demasiado bien la geografía del aparato de sonido, así de frecuente era mi contacto con él. La pequeña pantalla desplegó: Track 04 - 00:00 y un instante después la melodía del piano empezó a sonar, tan inquietante y dulce como siempre.

Así fue como la imagen comenzó a dibujarse sobre el lienzo manchado de mi memoria, cada trazo y cada nota musical, al unísono, dejaban descubrirse por la luz de mis sentidos; tras unos segundos el recuerdo estaba completo, porque la canción había resucitado el primer avistamiento que tuve de esa desgracia ineluctable, de Ella; había revivido el momento en que fui imantado por el magnetismo de su aroma.

Luego fue la percusión. Lenta y suave percusión que asemejaba el ritmo de mis pasos cuando, dubitativo, decidí acercarme y decir lo que fuera necesario para obtener como respuesta su voz. Así ocurrió, y ahora esa misma voz era la que interpretaba las letras de esta canción, ahogando la original, la que justo ayer escapaba de la garganta de un sujeto ausente.

Track 04 - 01:20 Muy poco tiempo para haber hecho un viaje tan largo, de algún modo agotador. Sentado en el borde de la cama, con el rostro cautivo entre mis manos, levantaba a veces la mirada y observaba los parlantes como si de ellos esperara abrazos o cualquier tipo de consuelo. Jamás llegaron, sólo vibraciones y sonidos que empezaban a ganar intensidad. La voz calló, pero aparecieron las guitarras: potentes y profundas, acompañando el clímax de la canción. Con él, también sentí la humedad que llegaba a mi barbilla, pero no era sudor. Palpé mis ojos, mi nariz, mi boca… nada. Eran mis oídos. Sangraban. Dolían.

Track 04 - 2:35 De pronto el recuerdo desapareció – Ella desapareció –, en realidad ya importaba poco. Lo que me preocupaba eran mis oídos porque no conseguía descifrar el origen de la hemorragia. Mi cuerpo había estado sano, mi mente también, ¿qué otra cosa podría ser? Cerré los ojos y sobrevolé momentos, palabras y personas particularmente angustiosas, lejanas y cercanas; pero nada parecía ser merecedor de reacción semejante. Al mismo tiempo, la canción estallaba en una exquisita mezcla de ruidos, distorsión y gritos; y luego, muy despacio, se fue apagando.

Track 05 – 00:00 El mutismo se apoderó de la habitación, de mí. No supe qué hacer. Las gotas escarlatas comenzaron a golpear el suelo. A medida que las contaba, una a una, me preguntaba por ese algo que intentaba escapar de mí, cómo detenerlo o cómo exorcizarlo, porque, ¿saben?, a lo mejor hay un dolor no del todo olvidado. A lo mejor mis oídos no conocen las lágrimas y esta es su forma de llorar.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me encanta la narrativa de "Efectos secundarios", me gusta ese transcurrir de segundos, pero sobre todo esa otra "estrategia" para llorar....

Un abrazo.