lunes, 29 de noviembre de 2010

Ayer te vi

Observó a través del retrovisor. No reconoció el rostro que flotaba tras el volante del vehículo que lo asediaba. Aquella mujer trataba de transmitirle un mensaje cifrado en un lenguaje de claxon y no podía comprenderlo: ¿Puerta abierta? ¿Fuga de aceite? La miró nuevamente y esta vez sus manos aparecieron nítidas. Le señalaron la esquina, o los semáforos, cualquiera de las dos cosas. Allí se detuvo – luces intermitentes, vidrio en descenso, sudor tibio – y aguardó a que ella hiciera lo mismo, empero, la mujer continuó su ruta dedicándole antes una tímida sonrisa que escondía un “hola” y un “hasta nunca”.