sábado, 11 de junio de 2011

Retorno

Sonríes a la nada y besas el suelo. Luego acaricias tus tobillos: hinchados, palpitantes, oxidados. Observas cómo la cadena se hunde en tu piel oscura, la absorbes como a un líquido, poco a poco. En tanto, el crujido de los dientes se multiplica por los corredores y su eco se dilata con cada paso que da. El resto de tus compañeros también sonríe pero no sabe por qué, suelen hacerlo antes de salir corriendo para estrellarse contra la pared. A ellos les gusta marcar su frente con la textura de los húmedos ladrillos que los circundan, pero tú prefieres el suelo. Tú en cambio privilegias el sabor de la arena sucia sobre cualquier otro, el de la tierra que fertilizas con tus lágrimas y tu saliva, la que saboreas después de golpear. Le gritas, pero a fin de cuentas la quieres, porque lo único que esperas de ella es que te acoja en su seno y te abrace como a un hijo al que algún día dejó partir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que imágenes!!!